lunes, 29 de enero de 2007

Para leer en forma interrogativa

Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.

Julio Cortázar

sábado, 27 de enero de 2007

SINCERIDAD

Si querés sinceridad, guarda con lo que te podés encontrar, estáte abierto a la sorpresa

jueves, 25 de enero de 2007

Mudos mirados

Una inmóvil boca en la vereda, traga y vomita gente entre luces, bocinas y rugidos de máquinas en vaivén infatigable. Setenta centavos se deslizan y vuelve el cartón indiferente. El golpeteo del molinete precede al andar cansino y sin rumbo cierto por el andén; entre el viento y la espera dos miradas se encuentran en un choque inasequible, fugaz. Luego, el rubor, el mismo martillar recorre ambos cuerpos fugitivos, que en un frenesí de chirridos y luces viajan con destino inamovible. Siempre surge algo de una mirada, miedo, lástima, lujuria, hostilidad; o algo que pide crecer, definirse, es un mundo buscando nacer. Los ojos se observan y huyen furtivamente, hay un intento de acercarse, pero millares de manos invisibles lo impiden, y las palabras son sólo un nudo que no se materializa. En ese oscuro vértigo sigue reinando el vilo incorruptible, pesado como un yugo gélido, hasta que una parada devora a una de las miradas ¿Que queda? Dos fuegos fatuos perdiéndose en la oscuridad, un mar de mudos, reververaciones en el ánima, y el aura de algo que pidió ser más.

miércoles, 24 de enero de 2007

Veamos que onda

Cuando uno está desocupado, empieza a ver que puede hacer de su tiempo. No tomemos desocupado sólo como la falta de inserción en el mercado laboral, sino como la ausencia total de actividades que demanden tiempo, llámese deporte, novia, o algo divertido que hacer en la noche bellavistense (éste es un punto que voy a poner en discusión más adelante, es preocupante). Así que despues de agotar el stock de DVDs de la feria persa, nadar 200 largos en la pileta y leer hasta como salieron las carreras de caballos en la deportiva de La Nación, decidí hacer de mi ocio por lo menos algo compartido. Entonces en este espacio voy a tratar de plasmar que cosas se destacan, surgen, en mi Enero poco agitado, y atento a la propuesta que tenga cualquiera de ustedes, mis estimados lectores. Para cerrar me parecen bastante apropiadas las primeras líneas de Lo trágico cotidiano, de Giovanni Papini, pueden parecer mala onda, pero resultan simpáticas al final.

" Hombre lector, quienquiera que seas, quisiera en este momento tenerte aquí, cara a cara, y clavar mis ojos en tus ojos y estrecharte las manos en mis manos y decirte en voz baja: «¿Crees vivir, vivir de verdad, profundamente, enteramente? ¿Te parece tu vida tan bella y grande como acaso la soñaste en los días ardientes de la juventud?»
Y todavía más bajo, llanamente, quisiera preguntarte: «¿Tuviste una juventud? ¿Sentiste en ti, dentro de tus entrañas, dentro de tu sangre, algo que fermentaba, que hervía, que se agitaba, que temblaba, que quería salir, derramarse, inundar el mundo como un lago de llamas? ¿Sentiste nunca, después de alguna hora de agitación, después de un gran crepúsculo, después de los versos de un poeta, sentiste que eras tú, tú en persona, el primer hombre, el descubridor de la vida, el descubridor del mundo? ¿Y no te pareció mísera esta vida, y no te pareció pequeño este mundo? ¿No deseaste la muerte por amor a la vida? ¿No experimentaste la avidez de Alejandro ante el cielo lejano?»
Esto quisiera pedirte, vil lector, hombrecillo enflaquecido que estás leyendo páginas, escuchando los latidos de la vida ajena porque no sabes realizar actos, porque no sabes vivir por tu cuenta. ¿No te parece vil, cobarde, cobardísima, la acción que estás realizando? Una silla te sostiene, ante ti hay papeles cosidos, en esos papeles hay signos negros y tú recorres con los ojos esos signos y tu alma sonríe o gimotea, ve o entrevé, a medida que los signos van despertando a la fuerza tus imágenes soñolientas. ¡Y tú crees vivir, creo, leyendo libros! Saliendo fuera de ti, contemplarás con gran desprecio el vulgo vil que no está «al corriente», que no hace psicología y no se alimenta de literatura. Yo soy, dices para ti, un intelectual, un refinado, un pensador, un aristócrata, un hombre superior, en suma, un miembro de la élite. El mundo gira a mi alrededor, el mundo está hecho para mí. Y cuando no va bien doy un puntapié al tramoyista y lo hago yo. Y así juego y me divierto, y en mi casa sólo encontraréis fotografías de obras célebres y buenas ediciones de autores famosos. El cuello alto y las palabras oscuras son las insignias de mi grado: yo soy el rey del tiempo, el rey del espíritu, el rey de la eternidad.
¿Dices tú todo esto, lector cobarde? Es posible: lo creo, me lo imagino, lo deseo. Porque yo hablo precisamente para ti y quisiera tenerte delante de mí, para que sintieras en tu cara el aliento cálido de mi desprecio. Y te desprecio, lector, te desprecio por una razón terrible, por una razón odiosa, dolorosa: que yo me parezco mucho a ti, que yo soy casi como tú, lector, que yo soy tú, acaso..."